Me obsesionan las sábanas, las cortinas,
las manchas, los aromas impregnados.
El humo exhalado, el sudor, la evidencia
transparente de nuestra lucha nocturna.
Te levantas desnuda, huyendo del Olimpo.
Entonces busco en la almohada los rizos perdidos,
en el jabón la esencia robada al vello frutal,
la humedad en los pliegues de tu erotismo femenino.
Quisiera cogerte el alma, trascender a los sentidos.
Pero tu vagina es una frontera que se hunde
casi al infinito hasta que nos detiene el goce:
ardemos consumidos durante el orgasmo,
esa barrera de saliva y pirotecnia,
esa trampa de sangre y fuegos naturales.