Tus labios como espadas inútiles
resuenan en el hueco de mi alma
sin violencia, sin eco, sin sonido.
Golpean sin herida, sin filo
en mi boca de acero
que sin novedad te espera.
A pesar de esto tu piel conserva
un sabor que me sorprende:
Una sensación de tigre, de serpiente;
un tacto de mar, de playa;
una suavidad vegetal, de lágrimas y pétalos caídos.
Sin embargo, la distancia entre nosotros
no se salva con un beso
o una gota de rocío.
Busco una orilla, un borde de luz
que nos acerque y recupere lo perdido.
En nuestro espacio un cielo
sin cometa, sin meteoro
domina el frío.
Pero una llama débil arde,
sobrevive, ilumina nuestra soledad:
acompaña nuestro camino.