29 semanas y media

Adentro de la carne,
mientras el calor invade
las sábanas y las semanas,
crece un milagro
de la sangre
y de la luz,
crece un sueño
y una esperanza,
crece un niño
o una niña
como un ángel.

Acerco la oreja
al vientre de su madre
(como si fuera
un caracol de playa)
y puedo oír el mar
con sus olas y latidos,
puedo oír que crecen
las piernas, las pestañas,
los ojos, los deseos.

Hace suyo
el cuerpo de su madre
como nunca antes pudo nadie,
y es durante meses
un pequeño dios cautivo:
dando patadas como terremotos,
moviendo manos como huracanes.

Está creciendo con alegría,
con salud y bendiciones.
Es sólo un bebé:
un amanecer sin dientes
que se chupa el dedo.
También es la magia
que transforma todo,
porque ahora todo,
todo,
parece bueno.