El problema no es la herida
o el sufrimiento o la sangre.
Ni el dolor que escapa en un grito
como un himno prohibido
a tu belleza lunar, al fingido
y oculto y solitario desastre
que conservo en el sabor amargo
de un beso imposible.
Igual a la furia disimulada en tu sonrisa,
a la temporada de sombras matutinas,
a lo inútil, a lo implacable, a lo celeste
y oscuro y largo de las tumbas marinas,
a tu rostro maligno, perla escondida.
Como el secreto mortal que te consume
es este amor absurdo, esta pasión difícil.
Busco en tus manos la caricia que contuve
para no llorar contigo porque soy débil.
Porque no está a mi alcance quererte
o no quererte, porque no decido nada.
Porque este fuego no arde ni se apaga.
Porque tu piel envenena pero no mata.