No acepto finales felices ni sonrisas.
He volado imprudente cerca del sol.
Mi corazón es una brújula de cenizas.
Pese a eso he escapado del dantesco
laberinto de los celos, del minotauro
que custodia tu cruel aburrimiento.
Las sirenas benditas han impedido
mi naufragio, soy casi feliz porque
he sobrevivido al paraíso maldito
de tu cuerpo, al vicio que provoca
tu piel, esa enajenación del tiempo.
La sombra es de la luz un esqueleto.
Trémula escultura, frágil monumento.
Aún fetiche de mis ojos, su amuleto.