Recorro el imperio de mi mente en ruinas.
En sus vestigios hay huellas desconocidas,
pasos que tal vez son míos y no reconozco.
Reliquias del corazón invadidas por hongos.
Puedo ser un arqueólogo si me lo propongo,
o el curador sentimental de este viejo museo
que arde en llamas mientras cenizas grises
cubren muros de recuerdos y sueños rotos.
Quiero decir que el tiempo en mi cabeza
destruye todo y solamente deja espectros
infames que repiten tu nombre con tristeza.
Tu imagen ante mis ojos seguirá maldita
entre celos polvorientos y otras aversiones.
Desde el amor, a veces, el odio resucita.