Qué puedo decirte si soy adicto al drama,
si me arrastro en los rincones de tu cama.
Soy un esclavo de mis sentidos naturales,
de tu cuerpo, fuente de pecados capitales.
La memoria, un álbum de velos y de máscaras,
de imágenes peores que agujas entre sábanas.
Persigo mi propia cola igual que un gato,
cazando al ratón del deseo en tu espinazo.
Sonríes con la boca chueca como el diablo,
te divierten los temblores que me provocas
mientras caminas casi flotando, maliciosa.
A mi pesar, sigo pendiente de tus aventuras,
aunque amanezca fundido y con calenturas
cuando sueño el istmo finito de tu cintura.
