Soy el fantasma de un hombre invisible,
el reflejo de un vampiro en los espejos.
Tengo las mañas de un amante imposible
que recorre el camino de los excesos.
Sigo arrancando flores y desengaños.
Hago entre esquirlas y sublimaciones
el sangriento recuento de los daños.
En mi corazón la luz no tiene salida,
reduzco el amor a sombras y ceniza.
Nada puede salvarme de esta vida,
ni siquiera el arma blanca de su sonrisa.
Lo más triste es que ya olvidé el sabor
que me hipnotizaba, ya nada queda
de aquel ardor, entre el clavel y la espada.