Hoy no te veré.
Ni mañana
ni ayer tampoco.
¿Por qué
tanta impaciencia
ensuciándome
tan fácil el alma?
Voy a conseguirme
un simulacro tuyo
de la más alta tecnología:
un androide pequeñito
que te sustituya,
metafóricamente hablando,
en los días horarios
como éste,
que separan
a las personas buenas
como nosotros:
amantes, novios, asalariados.
Voy al departamento de electrónica
del almacén gigante donde trabajo,
a ver si encuentro una amiguita
de circuitos integrados,
semimanual, semiautomática,
que ocupe temporalmente mis manos
cuando tú no estés.
Hoy como sospechaba no te vi.
Mañana
y pasadomañana
creo que tampoco.
Y la impaciencia sigue
como siempre
ensuciándome:
el robot que compré
se descompuso.
Advierte el manual
que éso sólo ocurre
por maluso o abuso,
y obviamente
no lo cubre la garantía.
Era un diseño experimental
de la más alta tecnología,
que resultó ser, según el técnico,
incompatible con mi saliva.
Mejor guardo mi dinero
para el fin de semana, muchachita.
Total, ni modo, hice el intento,
ahora me aguanto:
ya el sábado nos veremos
sin horario o ropa de oficina.