Caminabas tú en tu vida
erguida y orgullosa
como un mástil,
con los hombros en alto
como retando al viento.
Caminaba yo en mi vida
con la cara al suelo,
sin mirar de frente,
midiendo cada paso,
con miedo a caer,
con miedo al fracaso.
Caminando así, nos encontramos.
De mi senda levanté una rosa negra
para confundirla en tu cabello.
Por tu senda me llevaste de la mano
para caminar sin mirar al suelo,
sin temor y sin medir los pasos.