En la oscuridad recorro otra vez tu cuello,
el puente colgante al centro de tu cuerpo.
A tientas aparto tu ropa y entre destellos
alcanzo ese refugio que detiene el tiempo.
Un gemido tuyo desaparece este universo
y ya no puedo detenerme, quiero saborear
tu ansiedad, beber de ti como un enfermo.
No es solamente la lujuria lo que impulsa
mis movimientos, quiero lamerte el alma,
partirte en dos, sacudir tus sentimientos.
Con un juego de manos exploro tu interior.
Descubro en la delicia del terciopelo suave
algo dulce y salvaje, mientras el resplandor
fugaz de tus muslos me vence, me somete.