No sé cómo debo terminar esta odisea.
Quiero revancha desde la última pelea.
Mi hambre permanece y aún la saborea.
Me alejo de su lado y finjo indiferencia.
Intento quemar el espacio que ocupa ella
en el límite difuso de mi conciencia.
Espero que un día sea sólo una grieta
en la pampa de granito de mi cabeza;
apenas la ceniza que tizna este poema.
El murmullo del mar atenuará el eco
de su nombre y ya no será un problema
recordar que fui esclavo de su belleza.
Ya no sentiré la ansiedad ni la violencia
de recortar sus recuerdos con tijeras.