Arráncame el corazón y tíralo,
de nada sirve ya ese animal
rojo sin tu constelado amor
imaginario. Ahora sólo déjame
abandonado bajo las copas
negras de los árboles en el
amanecer mortal de los vampiros.
Ahora sólo déjame solo,
donde no puedan encontrarme
respirando tu impenetrable dolor
ilimitado. Ahora sólo déjame en la
agonía del profundo atardecer
neutralizado. Ahora sólo déjame en el
apretado abismo de tus ojos solitarios.